Palabras de un hombre muerto

domingo, 29 de abril de 2007


Palabras de un hombre muerto
Por Roberto Julio Alamo



No se cuanto tiempo llevo aquí, dejé de calcularlo hace demasiado. Poco me acuerdo de las personas a las que conocía, y siento, como si una daga me atravesara el corazón, el tener un vago recuerdo de mi amada. Tanto he olvidado... ¿Y por qué? Me parece que ya llevo siglos sin ver la luz del sol, encerrado en ésta prisión de fría piedra. Ninguna ventana, ningún resquicio en los agrietados muros pétreos. ¿Qué hacer? Paso las horas en vela, temblando, implorando a la muerte que me lleve, pero no lo hace. Intento aguantar todo el tiempo que me es posible despierto, pero no logro permanecer lo suficiente.
Al despertar, siempre me espera un humeante plato de carne asada y una jarra de barro cocido llena de agua. También me dejan velas, y una pluma, un tintero y cuartillas. Estoy cansado de ésta pluma, de mi letra, de mi propio sudor. Estoy cansado de vivir. Escribo sin cesar en éstas páginas amarillentas, sin parar un solo momento, y luego se las llevan. ¿Qué quieren de mí? He intentado más de una vez quitarme la vida clavándome la pluma, atravesando mis frías venas, pero después despierto ¡Y estoy curado! ¡Malditos sean! ¡Que me quiten la vida! ¡Qué me despojen de ésta sufrida carga!
Intenté dejar de comer durante semanas, pero cuando me encontraba tan débil que apenas podía moverme, cuando mi vidriosa mirada, ya trastornada por la costumbre a la negritud, apenas veía, alguien me dio de comer. Yo no quería, no deseaba aquello, pero una mano me agarró fuertemente, y otras dos me obligaron a abrir la boca. ¿Quiénes son mis captores? ¿Puede acaso existir un hombre o varios tan viles, tan despreciables? ¿Qué clase de tortura es esta?
Durante los primeros meses que estuve aquí, me consolaba pensando en que saldría de aquí, en que vería de nuevo a las personas que he olvidado. Que desgraciado soy, muerto en vida, sin recuerdos que me hagan seguir viviendo. Tan solo consigo acordarme de que amé a una mujer, y en ocasiones recuerdo su olor, y me da ganas de continuar, pero después abro los ojos y no veo nada, nada más que oscuridad y la luz de una vela reflejada en la piedra gris.
Ahora, ahora que he olvidado mi crímen –pues sin duda debí haber cometido una atrocidad terrible para merecer éste castigo-, ¡ahora se abre la puerta! Una puerta invisible, en la pared, un muro que se ha desplazado. Los ojos me duelen terriblemente, me arden al tomar contacto con la luz, y no distingo nada. Absolutamente nada. Me tapo los ojos para evitar el dolor y me deslizo hasta la salida, pero me paro. ¿Qué estoy haciendo? ¿Se trata de mi libertad realmente? No, no puede ser.
El miedo me come las entrañas, no puedo moverme a pesar de que veo esa salida. ¿Acaso no me esperarán más años de sufrimiento en el exterior? ¿O quizás una muerte segura? Estoy débil, muy débil. No, no caeré en su trampa. ¡Se creen que estoy loco, que me han desquiciado con su tortura! No saldré de este lugar, pues este es mi hogar, donde he pasado hasta el momento que puedo recordar. El temor hacia el exterior, hacia lo que hay al otro lado del muro, no me deja conciliar el sueño. Permaneceré aquí, eso es. Porque lo desconocido es ahora donde moro, éste será mi lecho de muerte y no otro.

Cine en honor a Lovecraft

jueves, 26 de abril de 2007


Ya a la venta el nuevo magazine norteamericano dedicado por completo a Lovecraft.
Lovecraft Magazine



El H. P. Lovecraft film festival tendrá lugar en verano, momento en el q comenzarán a venderse las entradas. Resulta demasiado caro trasladarse hasta allí, pues del 19 al 20 de Agosto, comenzará el primer ciclo en el Alamo Drafthouse Cinema, situado en Austin, Texas. El festival se trasladará a Portland, Oregon, y durará desde el 5 hasta el 7 de octubre. Quien pueda permitirse el lujo de viajar hasta allí gozará del visionado de auténticas películas de terror.
Aquí dejo los links de algunas productoras que se dedican en exclusiva a este tipo de films:

Lurker Films

Movie Madness Video

The H.P. Lovecraft Historycal Society

Y por supuesto, añado la web de la película de HPLHS estrenada en 2005: The Call of Cthulhu, una gran producción ambientada en los años 20. Quizás de las mejores adaptaciones de una obra de Lovecraft al cine.

En expectativa estoy aún de que estrenen la nueva película: Cthulhu, cuya web es la siguiente http://www.cthulhuthemovie.com/, aunque aún no aloja información alguna.

Continuaré informando acerca del inmenso mundo lovecraftiano que nos rodea...
... y recordad:
"No está muerto lo que yace eternamente" - Howard Philips Lovecraft

El viejo lobo de mar


A pesar de que este relato no está incluido en la saga "Relatos desde el Umbral", me ha parecido interesante subirlo aquí. Espero que os guste, se trata del primer capítulo de una novela acerca de la piratería en el siglo XVI.



El viejo lobo de mar
Por Roberto Julio Alamo


Arreciaba la tormenta y la mar estaba embravecida, las gaviotas sobrevolaban el puerto de Rothersville, y se escuchaba el crujido de la madera de las embarcaciones mecidas por el agua. Tremendas olas chocaban continuamente contra la pared escarpada del acantilado, y una silueta descendió la escalinata de madera, y cruzó el viejo muelle, cojeando y aproximándose a los faroles que bordeaban el paseo. Mesó sus barbas blancas, frunció el ceño, y se resguardó alzando el cuello de su chubasquero. Junto a un pequeño bote carcomido, se alzaba una antigua embarcación, amarrada por diez sogas, y mostraba en su proa, de forma majestuosa, una estatua vetusta y bien tallada, representando una bella sirena. El hombre ascendió por la pasarela, y colocándose bajo las velas dobladas, junto al erosionado mástil, encendió un fósforo para prender un manojo de tabaco alojado en su elaborada pipa.

La ventisca golpeaba con fuerza, y empujó unos cuantos barriles, que echaron a rodar armando un estruendo. Algunos pordioseros recogían verdura podrida que los comerciantes habían tirado, y el viejo hombre, extendió su catalejo en cubierta y oteó el horizonte. El viejo lobo de mar llevaba tiempo sin levar el ancla, sin ordenar arrojar las redes de pesca, y sin surcar los mares; añoraba navegar. Conrad Melville era su nombre, y sus ojos ancianos y cubiertos de lágrimas observaban el ancho mar.

El viejo buque pesquero se llamaba El Bastión de Rothersville, e innumerables veces había viajado por aquellas aguas, y no siempre con el propósito de echar las redes; las bodegas estaban vacías, y el anciano observaba cada palmo de la embarcación con verdadera nostalgia. La tristeza le embriagaba, y sus pupilas, testimonio de sabiduría, se fijaron en el oleaje que sacudía el casco. El mar tempestuoso le había arrebatado lo que él más quería en el mundo, y aquella era la razón por la que despreciaba la vida, aquella era la razón por la que había dejado de navegar. Ningún tesoro, por muy ostentoso que fuera, lograría ahora ocupar el vacío que trastornaba a Melville. Su mente, ofuscada tras deprimentes pensamientos, no cesaba en su empeño por recordar aquellos días gloriosos en los que la vida no parecía llegar a su fin.

Los impresionantes astilleros estaban clausurados, al igual que los comercios, debido al terrible temporal que se había desatado, y el anciano infortunado, haciendo caso omiso de aquel clima adverso, caminó lentamente hasta popa y ascendió a la barandilla de roble que bordeaba la cubierta, como si de un amotinado obligado a saltar se tratara. Exhaló humo de su vieja pipa y la arrojó hacia las aguas saladas del mar, y observó como lentamente se hundía apagando la llama. Después, se giró hacia los acantilados para observar por última vez la tierra firme, y se lanzó al líquido elemento.

Qué sentido tenía para él seguir viviendo, si su amada Elsa había sido despojada de vida, si la parca, en forma líquida, se la había llevado para siempre… Mientras el viejo lobo de mar se hundía progresivamente en el agua, mientras el oxígeno se le agotaba y sus pulmones se encharcaban, él se preguntaba qué otras opciones hubiera tenido en vida si no era tal su final. Cuan irónico se muestra el destino, pues allí se ahogaba lentamente aquel viejo, que poseía uno de los secretos más codiciados por los marinos, pero que lejos de darle importancia, lo sepultaba de su recuerdo. Y Conrad Melville se hundía como lo había hecho su labrada pipa, llevándose a su eterno lecho submarino aquellos conocimientos ansiados por los avaros que surcaban aquellas aguas en busca de fortuna.

Avance de relato - El que aulla en la noche

miércoles, 25 de abril de 2007


El que aúlla en la noche
Por Roberto Julio Alamo




Sabed que hace eones los terribles dioses lucharon en "nuestro planeta" y algunos fueron expulsados, pero lamentablemente todo lo que fue en algún momento puede ser traído de nuevo...

Las nubes grises dejaban llegar apenas los rayos del Sol, aunque aquello es muy común en el norte de España.
Carlos Delgado era un estudiante de medicina en la Universidad de Salamanca, pero se había visto obligado a viajar al pueblo de Moaña, en Santander, para visitar a su abuelo, Narciso Delgado.

Según le habían notificado en la carta, Narciso padecía extrañas fiebres y constantes delirios. En Moaña todos afirmaban que se trataba de un viejo hosco y carcomido por la locura que estaba al borde de la muerte, pero Carlos guardaba el recuerdo de un hombre sabio e ilustrado en las ciencias y en las letras; y no era para menos, pues Carlos era huérfano. Su madre murió a los pocos días de darle a luz, y su padre había muerto haría unos dos años en un terrible accidente de coche.
El motivo de su visita era más bien algún método para acercarse a la única familia que le quedaba en vida.

El traqueteo del viejo ford debido al mal estado de aquellas carreteras poco transitadas mareó a Carlos, que frenó para hacer un alto y tomar el aire.

Día Primero: 2 de Octubre de 1912

Allí, en la ladera, se podía ver la antigua mansión de los Delgado, hogar de Narciso, de vallas blancas cubiertas por sinuosas enredaderas y paredes grises con el tejado oscuro, probablemente de pizarra. La niebla avanzaba poco a poco y ocultaba la vieja casa hasta que ni siquiera se podía apreciar con claridad el conjunto de viviendas que componían Moaña.

Al llegar a la ladera, Carlos avanzó por un amplio camino de piedras cubierto de hojas otoñales que, a pesar de la niebla, era fácil de seguir.

Ante él pronto se alzó la mansión con sus enormes pórticos negros de aldabas doradas. El joven se acercó extrañado a observar las aldabas, pues recordaban vagamente a extrañas caras de pez, cuando la puerta se abrió de golpe y ante él apareció un extraño personaje de semblante serio y a la vez enigmático.

-"¿Qué busca usted aquí?"- preguntó con tono seco.

-"Lo... lo siento, creo que me he equivocado. Soy Carlos Delgado, buscaba a mi abuelo"- respondió el joven algo sobresaltado tendiéndole la mano a aquel tipo tan extraño.

-"Oh"- continuó con el mismo tono carente de vitalidad -"Está bien, pase"-

El antipático hombre no le dio la mano a Carlos y le invitó a pasar de mala gana.
-"Sígame. Yo soy un íntimo amigo de su abuelo. Él me pidió que no me moviera de su lado. Me llamo Nicolás, Nicolás Bernardos"- se presentó tan secamente como en sus anteriores comentarios.

Los dos subieron por unas viejas escaleras cuyos peldaños chirriaban al pisarlos hasta llegar a un sucio pasillo alfombrado. El rechinar de las escaleras ponía muy nervioso a Carlos, pero aunque intentaba pisar flojo, seguía sonando.
En las paredes había viejas reproducciones de las pinturas negras de Goya; finalmente Nicolás abrió la puerta y Carlos pudo ver a su abuelo durmiendo, tal y como le recordaba, con su bigote canoso y falto de pelo en la cabeza.

-"Bien sabrá"- comentó Nicolás -"que su abuelo cuando está despierto delira. El médico del pueblo le recetó algunos fármacos, pero dice que no le da más de un mes de vida..."-

-"Nicolás, muchas gracias por haber hecho compañía a mi abuelo, pero si no le importa, me gustaría estar a solas con él"- dijo Carlos tratando de dejar entrever que quería que aquel extraño personaje abandonara la casa. Nicolás asintió seriamente y bajó las escaleras. Un portazo dejó claro que se había marchado, pero aun así Carlos miró por la ventana como el "amable amigo" de su abuelo se marchaba.

Al acercarse a la cama de su abuelo le comprobó el pulso y vio que era lento y débil. El pobre Narciso parecía deshidratado, así que Carlos fue al baño a llevarle un vaso de agua.

-"¿Qué demonios te han recetado?"- se dijo preocupado mirando el lamentable estado de su abuelo -"Bajaré al pueblo y hablaré con el doctor"-

De pronto la mano de Narciso agarró con fuerza el brazo del joven y gritó: -"¡Vete, Carlos! ¡Vete de éste maldito pueblo cuanto antes! ¡Ellos quieren que Él regrese! ¡Todo se sumirá en tinieblas!"- y tras su última frase, Narciso comenzó a toser y cayó rendido.

-"Malditos médicos de pueblo... ¡Normal que mi abuelo delire si le recetan drogas!"- dijo encolerizado Carlos.

El joven subió en su viejo ford y bajó hasta la botica de Moaña. Aquel lugar, a pesar de ser una simple botica de pueblo, olía a medicina tanto como sus clases de la universidad.
El pensamiento de que a su abuelo solo le quedaba él y viceversa le provocaba una extraña sensación de ira y dolor, un profundo dolor.
Carlos entró en la botica.

-"¿Le puedo ayudar?"- preguntó una joven vestida de blanco que regentaba la botica. Al parecer, en aquel pueblo, todos tenían un carácter seco.

-"Sí, por favor. ¿Podría hablar con el doctor que atiende al señor Narciso Delgado?"- preguntó Carlos amablemente.

-"Eh... bueno..."- la boticaria parecía algo nerviosa por la pregunta -"El doctor Castejón no se encuentra en éste momento. Dudo que hoy vuelva por la botica ¿Querría que le dijera algo?"-

-"No"- dijo Carlos naturalmente desconfiando -"No hace falta. Muchas gracias"- y el joven abandonó la botica haciendo sonar la campanita de la entrada.

Decidido a averiguar que ocurría, decidió dar la vuelta al viejo edificio y entrar por la ventana a la consulta del tal Castejón.

La ventana estaba cerrada a conciencia y fue difícil forzarla, pero finalmente lo consiguió haciendo uso de un hierro oxidado que encontró en el suelo.

Era un despacho grande y lleno de estanterías; había gran número de frascos con diversos compuestos y libros de todo tipo, no solo de medicina. La mayor parte de los libros estaban escritos en árabe, por lo que Carlos no pudo saber de que trataban.

Un gran escritorio lleno de papeles fue el primer lugar donde el joven decidió mirar, pero no encontró nada que le sirviera para averiguar lo que había sido recetado.

-"Probablemente las recetas se encuentren en el archivo"- se dijo intentando abrir los cajones, pero no logró abrirlos, pues estaban cerrados con llave.

Unas voces se escucharon en el exterior y Carlos cerró la ventana para ocultarse tras las cortinas, pues no le dio tiempo a salir de la habitación. A la consulta entraron el doctor Castejón y la joven boticaria.

-"¿Alguien ha dejado algún mensaje?"- preguntó el doctor mientras abría la puerta.

-"No, pero... un joven vino a preguntar por usted. Era al parecer alguien de la capital"- le dijo la boticaria.

-"¿Qué? ¿Qué quería? ¿Qué buscaba?"- preguntó nervioso el doctor.

-"Preguntó por usted refiriéndose a quién atendía a Don Narciso"-

-"Maldita sea... venga conmigo; informaremos de esto al señor alcalde"- y los dos abandonaron la habitación.

Carlos salió de su escondite pensativo, pues aquella conducta no era normal. Prosiguió su intento de forzar el archivo hasta que finalmente lo logró.

Las recetas se hallaban allí guardadas, en orden alfabético, y Carlos encontró la de su abuelo. Fuera comenzó a llover.

¡En la receta de su abuelo el compuesto estaba tachado! Se trataba de algún medicamento traído según la receta desde la Universidad de Miskatonic, en Arkham, Nueva Inglaterra. Algo fallaba en todo aquello, algo raro sucedía en Moaña...

Carlos se guardó la receta y regresó a la vieja mansión. Otro coche estaba aparcado cerca de la puerta, se trataba de un Buick 121.

El joven se puso el sombrero para taparse de la lluvia y entró en la casa.
-"¿Quién anda ahí?"- gritó nada más entrar. El joven no encontró a nadie en el interior de la casa y subió a ver a su abuelo.

-"Abuelo"- dijo intentando despertarle -"¡Abuelo!"-

El anciano entreabrió los ojos cansado e intentó hablar entre sus enfermizas toses -"Ca... Carlos... La biblio..."- Narciso se veía interrumpido por aquella tos -"El libro... consigue el libro... tu... tu padre"- El pobre viejo sufrió una insuficiencia respiratoria y cayó muerto en la cama. Las lágrimas surcaban el rostro de Carlos. Un portazo le sobresaltó y el joven miró rápidamente por la ventana; solo pudo ver un Buick 121 alejándose por la carretera en dirección a Moaña.

El joven se pasó toda la noche intentando hallar un libro, el libro del que su abuelo hablaba, en la biblioteca de la mansión; a media noche llegó la guardia civil y el juez, que autorizó el levantamiento del cadáver, así que se llevaron el cuerpo del anciano. Posteriormente Carlos bajó las escaleras y vio un frasco en el suelo, un frasco que no debía estar allí. Era hidrato de cloral, aquello que le había causado la muerte a su abuelo. ¡Cómo sospechaba alguien había causado su muerte!

Después prosiguió su búsqueda entre las titánicas estanterías llenas de antiguos tomos y al final quedó dormido.

Fue de madrugada cuando un tremendo aullido que le heló la sangre le despertó de su sueño, un penetrante aullido. Carlos se acercó a la ventana y comprobó que aún no había cesado la lluvia; a lo lejos, en Moaña, se veían gran cantidad de luces, como si todo el pueblo portara candiles y se dirigieran a algún lugar. Aquello perturbó los sueños del joven que no volvió a pegar ojo.

Próxima publicación de Relatos desde el Umbral volúmen 1




Hoy mismo firmé el acuerdo con la Editorial Entrelíneas para comenzar con todo lo relacionado con la publicación del primero de los volumenes de Relatos desde el Umbral, de los cuales ya estoy finalizando el cuarto tomo.

El precio del libro será de unos 15€, y contará con quince relatos cortos en honor a Howard Philips Lovecraft, escritor al que admiro profundamente. La producción del libro probablemente estará finalizada para Junio, aunque es posible que decida publicarlo más tarde, ya que en verano hay pocos eventos culturales.

La Editorial Entrelíneas ha aceptado la portada que confeccioné para la obra; ya han leído el segundo volumen, y estoy en espera de que lean el tercero para que le den el visto bueno.

Iré avanzando más información acerca de la publicación proximamente.